La escritora Marie Arana revela ser una lectora apasionada
La escritora peruano-estadounidense habla de su nueva novela, Lima Nights, sobre un amor prohibido.
por: Carlos J. Queirós
Entrevista completa: AARP
Lima, su ciudad natal, es una constante musa y el escenario de su recientemente publicada segunda novela, Lima Nights. “No sé qué es lo que tiene el lugar que hace que pueda refugiarme en él y, simplemente, mantener el mundo a raya y escribir —comenta Arana—. Perú tiene mi corazón. Pero Estados Unidos tiene mi cerebro. Vivir en dos culturas es, definitivamente, un estado mental”.
P: Cuéntenos acerca de su última novela, Lima Nights.
R: Lo que quise hacer con Lima Nights fue escribir una novela de lectura rápida, porque Cellophane —mi novela anterior— era complicada. Esta historia se desarrolla en la selva amazónica, y es una especie de historia épica de una familia con varias generaciones. Es una sátira de una novela mágica y realista, y es, al mismo tiempo, una novela mágica y realista.
Lima Nights, sin embargo, es la historia de dos corazones muy hambrientos que nunca hubieran imaginado que estarían juntos y se atraerían mutuamente. Sin embargo, tal como pasa en la vida real, eso ocurre.
Y estos dos corazones deseosos están buscando la clase de amor recíproco que, sin saberlo, ya lograron. Viven estos 20 años juntos sin entender realmente la cuestión. Es una especie de fracaso en la comunicación del amor. A eso quería llegar: un amor que se desea y que no se sabe cómo conseguir. .
P: ¿Qué motivó la idea de esta novela?
R: El mejor amigo de mi padre. Lo conozco de toda la vida —fueron amigos desde que tenían seis años— y ahora, ambos tienen 90 años. Este hombre tuvo un tiempo durante el cual le fue infiel a su mujer, y eso transformó completamente su vida y la de todos los que lo rodeaban. Es una historia totalmente diferente de la que cuento en mi novela, pero fue el germen.
Este caballero era un hombre de Ciencia; en efecto, era ingeniero. Un día, hace unos 10 años, mi padre me dijo: “No lo vas a creer: [mi amigo] fue a ver a un chamán”. Esa frase era todo lo que necesitaba. Iba a ver, básicamente, a un adivino. Y esa sola idea fugaz me hizo pensar: “Dios mío, es lo que quiero capturar en mi libro”. Algo así como tener que ingresar en un mundo que resulta demasiado extraño como para rectificarse.
P: Cuando los dos personajes principales, Carlos Bluhm y Maria Fernandez, se conocen, él tiene 44 años y ella 15. ¿Usted quiso escribir una historia de amor entre dos generaciones?
R: No, en absoluto. Esto es lo más apasionante y asombroso de escribir ficción. Cuando estaba escribiendo, simplemente surgió de mi lapicera que ella tenía 15 años. Me sorprendió tanto que tuve que dejar la hoja y alejarme; y me dije: “No quiero hacer esto”. Pero luego, pensé: “Bueno, claro, porque en el mundo indígena peruano la vida es tan dura que a los 15 años uno está pensando en la supervivencia, el matrimonio y en, ¿cómo se puede ganar esta verdaderamente difícil lotería de la vida?”. Y entonces, tuvo sentido. Pero me horroricé cuando escribí su edad. No pude volver a mirar la página por 24 horas, y luego, dije: “Okey, si eso es lo que quieren estos personajes, veamos qué sucede”.
P: En este sentido, la de María también podría mirarse como una historia de movilidad social ascendiente.
R: Sí, y ese es otro lado de la cuestión; pero no se olviden que la de Carlos es una historia de movilidad social completamente descendente: la de ese estrato latinoamericano blanco y cortés que no tiene adónde ir más que hacia abajo.
P: Eso es verdad. Y no pude evitar sentir, cuando la leí, que también está diciéndonos algo acerca de la institución del matrimonio.
R: Todo el tema del matrimonio me interesa muchísimo. Se podría decir que ese fue el tema de mis tres libros. Es decir, en American Chica (Chica Americana) fue la historia del matrimonio de mis padres; en Cellophane, es, definitivamente, la historia del matrimonio, dada la cantidad que hay y lo que eso significa. En Lima Nights, ese increíble momento en que la mujer de Bluhm simplemente toma todo y se marcha… Podría parecer extraño en el contexto estadounidense, pero es completamente posible que en Perú ocurra algo así.